Como psicóloga, Desde el inicio de la pandemia, me ha tocado observar un aumento sustancial en patologías de salud mental que si bien antes estaban presentes, no eran tan marcadas como hoy, esto ocurre debido al cambio de vida que hemos tenido que enfrentar, generando distancia, agobio por el encierro y en algunos casos temor al contagio, volviéndose común escuchar a las personas expresiones tales como – “Estoy estresado”, “ya no puedo más”, “siento algo que no puedo reconocer”, “ya no tengo energías para continuar”-, todo aquello en su momento puede nublar tu vista, Pero es parte de un proceso que ha dejado heridas emocionales y marcas en la población, sobre todo en la primera infancia y en los adultos mayores; los primeros se vieron afectados debido a que muchos estaban iniciando con la socialización secundaria mientras, que otros nacieron en medio de este proceso. Bajo esta premisa es necesario destacar que se generó un retroceso en muchos de ellos, no solo a nivel emocional si no también afectando áreas del desarrollo como el habla o aprendizaje por imitación de sus pares, otros, quienes habían iniciado ya su escolarización, se vieron enfrentados a un rotundo cambio al tener que enfrentar una nueva forma virtual de comunicación, reemplazando clases presenciales y el contacto con sus compañeros por una relación que se acotaba solo a estar frente a una pantalla, situación que generó inseguridades y miedos, que según lo reportado por algunos padres, eran etapas ya superadas por sus hijos. Por otro lado, refieren también que aquello pudo ser la constante y la causa de que los niños y niñas se volviesen poco empáticos, sin preocuparse en los sentimientos de un otro, encerrados en una realidad en la que solo importa su punto de vista. A pesar que muchas madres o padres trabajaron en que ellos continuaran mejorando y creciendo emocionalmente, queda demostrado que se vuelve necesario el contacto y vivencia in situ, para el desarrollo de habilidades sociales.